Ya es hora de, poniendo mente y ojos en blanco, encomendándome al espíritu del Elvis o de Joaquín Luqui, hable acerca de El Retorno. La repugnante repercusión mediática y económica de la Gira 2007 de Héroes del Silencio ya fue vomitada hace un par de semanas aquí mismo, y ahora toca hablar de las experiencias y la fría crítica a la actuación que dieron el 12 de Octubre, hace ya más de un mes, en la Romareda.
No creo en las críticas inmediatas y mucho menos en las críticas no presenciales y fruto de la lectura de las críticas de otros, así que diré, sinceramente, lo que me salga del corazón ahora que ya está más o menos frío.
Como punto de partida, unos 8 meses atrás, queda la venta de entradas para el concierto: un caos total y verdaderamente vergonzoso. Desde 5 horas, durante la madrugada, en un cajero automático con desconocidos que bien podrían haber sido psicópatas o políticos hasta 1 hora y media llamando continuamente con dos teléfonos móviles a la vez, mientras otros tres amigos utilizan sus propios teléfonos para ver quién consigue qué. Anecdótico y gracioso si te lo tomas bien, lamentable y patético si eres objetivo.
Pasando por alto que, sin apenas información, hicieron cambiar las entradas un par de semanas antes del concierto (otra aventura divertida y a recriminar a la organización), una vez en Zaragoza la cosa fue mucho mejor: múltiples puertas de acceso con público civilizado y con descendencia por la que velar (por lo que no se jugaban la vida colándoseme, por ejemplo) y trato medianamente humano.
Gracias, principalmente, a ese público educado sin la televisión, se podía acceder a una buena posición dentro del recinto, con o sin entrada preferente. Sin entrada preferente, además, podías disfrutar bien del espectáculo visual (pantallas aquí, pantallas allá, mira una pantalla, mira otra) y la despedida pirotécnica (por favor, o tiráis cohetes con vuestras caras o los tiráis con la mía, pero no tiréis cohetes de los normales). Siempre hay que buscar el lado bueno (y llorica) a las propias desgracias.
Aparte del atrezzo y escenario, que puede estar mejor o peor dependiendo de cuánto estés dispuesto a pagar (como organizador del circo), la actuación del grupo, que es lo que hay que destripar, no estuvo del todo del todo del todo mal.
No estuvo del todo del todo del todo mal si sabías a lo que ibas, por supuesto, o si, verdaderamente, no tenías ni idea de a lo que ibas. Si estabas en un término medio, probablemente hubieras escupido al grupo si pudiera haber llegado el salivazo. Los Héroes tocaron como solían tocar, hasta donde yo sé: cada uno a su maldita bola (Joaquín Cardiel en su mundo-maniqu; Pedro Andreu en la batería, como todo percusionista que se precie, marginado; los hermanos Valdivia para aquí y para allá, formando su grupo paralelo y aparte; Bunbury como protagonista indiscutible). Y ese es el gran defecto del concierto... que solo Bunbury se dirigió al público, nadie se preocupó de cohesionar el grupo... pero eso, señores, es lo que siempre había caracterizado a ese grupo, y lo que caracteriza a muchos de ellos.
Al esperarme que fuera así, resignado, no me pude enfadar con ellos. La única motita de esperanza me la proporcionaba que el concierto del día 12, al ser en el Pilar y en su cuidad natal, sería más impresionante: todos llorarían y se besarían en una orgía rock'n'rollera... pero no fue así. Fue igual de artificial, igual de profesional, que el resto de la gira y, seguramente, de la gran mayoría de los conciertos de la historia del grupo.
Sobran críticas a los fallos que pudieran cometer Bunbury o Valdivia, principalmente, y las cosas interesantes, musicalmente hablando, que dejaron de hacer debido a la droga, la edad o la perrería. Son reprochables, pero no devalúan el valor de la entrada, para mi gusto.
No les permito volver más a los escenarios, no porque lo hayan hecho mal, sino porque quiero que el sueño quede ahí: en los discos, que muestran su música de estudio y sus duros directos de antaño, y en el concierto por el que había soñado desde hace muy mucho tiempo, cuando surgió la anécdota de aquel sudamericano al que Bunbury pagó 50 euros o dólares por no contar "si quieres ver a Héroes espérate al año que viene" (anécdota de hará unos 4 años).
La única opción de vuelta, en conjuto, que les concedo es cuando tengan más de 50 años, casi 60, para hacer un set tranquilito (más tranquilo que este último, aunque no quepa). Sobretodo les dejaría volver con un acústico bajo el brazo, claro. Que la Leyenda vuelva al letargo otros 10, 15 o 20 años.
1 comentario:
Hola :)
Quería agradecer a Town Crier la visita a mi blog y su aportación a mis lecturas (de l oque trataba la entrada en la que me comentó)
Yo he estado por aquí, y de momento me río mucho con el tono políticamente incorrecto que destilan los escritos.
Seguiré leyendo :)
Publicar un comentario